Una vez no dolerá, y me perdonarán, será necesario usar la primera persona para plantear un contexto determinado, y los efectos de Diablo IV. Hacía años que no pasaba una noche en vela en un juego.La vida familiar, las obligaciones profesionales, las ganas de mantener una vida social, las necesidades (a veces ilusorias seamos sinceros) de un estilo de vida saludable correcto… Todo esto ha llevado a limitar las horas de juego a unos rangos dados, para que todo conviva de forma equilibrada, y que se respete la obligación de tener que correr varias liebres de videojuegos a la vez -la suerte de cualquier tester-. Después Diablo IV ha llegado. Y puso todo patas arriba. El título de Blizzard me hechizó como pocas veces lo había podido hacer un título, haciendo temblar todos estos principios. Su bucle de juego hipersatisfactorio, su atmósfera fascinante, su ciencia de los detalles, su amor por el medio de los videojuegos y por su base de fans, todo está ahí para agarrar el pecho de los jugadores, como un súcubo que aprovecha la esencia vital de su compañero ‘desgraciado. Como haría Lilith con su rebaño en pocas palabras. La malicia y las maldiciones de Diablo IV, todo eso es por ella, en ningún momento quise resistirme a ella. Y ahora, sin spoilers, haré que te sumerjas en el infierno conmigo.
