Me tomó 10 horas en la Tierra de las Sombras antes de enfrentarme a regañadientes al León Danzante. Esas 10 horas las pasé explorando el nuevo mundo lo más a fondo que pude, encontrando todos los fragmentos del mapa menos uno, sumergiéndome superficialmente en varias mazmorras y sintiendo esa alegría única que surge al explorar un mundo de FromSoft por primera vez. La magnitud del panorama visto después de vencer a Rellana se me pasó por alto, porque ya había descubierto esa parte del mundo al revés. En otros lugares, ya había explorado la mayor parte de Shadow Keep antes de llegar a la puerta trasera del Golden Hippopotamus. Si vamos a tomar a los jefes de Elden Ring como plato principal, lo cual creo que cada vez más lo son, entonces básicamente había mordisqueado las chispas de chocolate de la galleta.

Esas primeras 10 horas fueron las más absorbentes que he pasado con cualquier juego este año. Para entonces, mi bendición de árbol de escadu había subido a ocho niveles y había cambiado de especialización, pasando de un mago mal construido a una de esas construcciones de sangre famosas por su OP que algunos verdaderos fanáticos de Elden Ring miran con desdén. Me estaba divirtiendo. La Tierra de las Sombras es impresionante; es uno de esos mundos de juego que apenas puedo creer que existan. Puede que sea un cliché hacer esta comparación, pero realmente parece una portada de libro de bolsillo de fantasía hecha realidad. No puedo imaginar un juego de fantasía que se vea más atractivo que este.

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Dario Reblon
Me apasiona la fotografía y la tecnología que nos permite hacer todo lo que siempre soñamos. Soñador y luchador. Actualmente residiendo en Madrid.