En casi dos décadas de existencia, el estudio californiano Ready At Dawn ya ha vivido dos vidas. Inicialmente subordinada a Sony en el apogeo de PlayStation Portable, la compañía vio su ascenso a las estrellas frustrado por el desarrollo de un cierto The Order 1886. Un logro vacío como un tambor, que hizo mucho ruido por no mucho. Todavía le permitió al estudio demostrar sus recursos artísticos y su maestría en la dirección. Por eso, no es de extrañar que en los primeros días de su segunda vida, bajo la bandera de Oculus Studios, Ready At Dawn cautivó a los entusiastas de la realidad virtual con Lone Echo; una aventura narrativa en la órbita de Saturno, que da vida a las fantasías de los entusiastas de la ciencia ficción y narra la conmovedora amistad entre un humano y un androide, compañeros de la desgracia en el borde de la galaxia. Con esta secuela, Ready At Dawn nos ofrece una variación sobre un mismo tema, más densa, espectacular y conmovedora, y prolonga, con estilo, el sueño de un niño que se ha convertido en realidad virtual.

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Si hubiera una ciencia basada en el código binario, sería su principal deboto. Dame juegos y circuitos y me harás feliz. Residiendo en Sevilla.