“No sé si las imágenes que creo vienen de mi cerebro o de mi computadora, porque es parte integral de mi ser. En 1998, se lanzó LSD en PlayStation. No es un videojuego, es un emulador de sueños. Entonces no hace mucho ruido; solo su redescubrimiento muchos años después lo transformará en un objeto de culto. Es Osamu Satō, un polifacético artista multimedia, quien se esconde detrás del título. Pero, ¿quién es este misterioso nativo de Kioto, cuyo perfil ha sido durante mucho tiempo un enigma? Retrato de una personalidad atípica, para quien la gráfica soviética y la música minimalista sirvieron como detonante de una carrera de la que el LSD es el desenlace perfecto.